miércoles, 17 de octubre de 2007

¿La máscara o el corsé de hierro?


Una muestra 100% representativa de la inconformidad corporal que puede tener el ser humano en el mundo se encuentra reflejada en Venezuela. Todas las mujeres de este país luchan todos los días de sus vidas, desde que se levantan hasta que se acuestan, por esconder todas aquellas imperfecciones que según ellas les muestra el espejo.

El dato curioso esta en lo capaces que son de hacer estas heroínas con tal de lucir un poco mejor de lo que el reflejo de su peor enemigo les transmites. Fajas, medias, dietas relámpago, vendas, cremas y un sin fin de cosas más pueden ser usadas por las féminas para que aquellos kilos o supuestas imperfecciones pasen por desapercibido.

Y para muestra un botón! Un mes antes del matrimonio de mi amiga Patricia, decidí dirigirme a la modista para ver que creación me inventaría esta vez. En seguida pregunte por el grito de la moda, a lo que la modista contesto: CHICA LOS CORSES! Pues me aventure a meterme en uno de esos aparatosos artefactos de la moda y así sentir que aquella lonja insoportable desaparecería durante las horas de tan esperada fiesta.

Y la tragedia no se hizo esperar. Llego el tan temido momento de meter el cuerpecito latino dentro de aquella aterradora estructura llena de ballenas de hierro, tela francesa y un cierre que grita desgarradamente “ay comadre esto ni de vaina va a cerrar”. Ahí estaba yo, parada junto a tres personas más que al unísono gritaban “DALE, DALE…YO APRIETO AQUÍ… TU SUBELO” cuando de pronto sentí que el aire me faltaba. CLARO!!!!! Como no me iba a faltar la respiración si ya estaba encapsulada y lista para no poder ingerir absolutamente nada de alimento en las próximas 6 horas que venían.

Pero LLEGUE a la fiesta. Los comentarios halagadores no faltaron jamás: “Oye pero que delgada te ves”, “Haz perdido bastante peso”, “Estas espectacularmente a la moda”… cuando en realidad lo que pasaba por mi mente era: “Esto me pasa a mi por preferir morir antes de aparecerme aquí con las lonjas desbordadas”. Las horas pasaron y aquello comenzaba a parecer una fractura múltiple de costillas. Ya no sabia como pararme y MUCHO MENOS sentarme…así que decidí bailar y tomar hasta que perdiera la conciencia. Y así fue, solo recuerdo aquel glorioso momento cuando me dejaron en la puerta de mi casa, casi 9 horas después, y sentí el mismo sentimiento de aquel hombre que había pasado miles de años con aquella mascara de hierro en la cara la cual finalmente seria retirada!

1 comentario:

Hector dijo...

JAJAJAJA

Desde que no se usa el corse, se expone uno a que le digan algo como: "Tu si estas cambiada vale...!"